Introducción al informe-manifiesto
Principales afecciones en el ámbito de la Cordillera Cantábrica
1. Afecciones al suelo
2. Afecciones a las aguas superficiales con las consiguientes alteraciones en las aguas subterráneas
3. Afecciones generales a la biodiversidad
4. Afecciones a hongos, flora y vegetación
4.1. Afecciones a la Flora
4.2. Afecciones a los hongos
4.3. Vegetación y hábitats de interés comunitario
5. Afecciones a la fauna
5.1. Impacto sobre aves y fauna terrestre por degradación del hábitat
5.2. Impactos sobre aves por colisión y electrocución
5.3. Impacto sobre murciélagos por colisión
6. Afecciones al paisaje y al patrimonio geológico
6.1. Afecciones al paisaje
6.2. Afecciones al patrimonio geológico
7. Afecciones a los servicios ecosistémicos
7.1. Servicios ecosistémicos de aprovisionamiento, regulación y mantenimiento
7.2. Servicios ecosistémicos culturales
CONCLUSIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
ADHESIONES
Afecciones a la naturaleza de los macroproyectos de energías renovables en la Cordillera Cantábrica
(Grupo MediNat)
En estos momentos, nuestro país se encuentra iniciando la transición hacia la descarbonización con un cambio del modelo energético basado en combustibles fósiles. Es un proceso necesario para alcanzar el objetivo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero que ha sido establecido por la Unión Europea, especialmente a partir del Acuerdo de París (COP-21) y atendiendo a las recomendaciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Dentro de esta transición, las energías renovables tienen un papel prioritario, motivo por el cual en España se ha iniciado la reactivación e implantación de infraestructuras para la generación de estas energías a través del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC)y la declaración ambiental estratégica del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030.
Como colectivo formado por especialistas en diferentes disciplinas relacionadas con el medio natural, estamos plenamente de acuerdo en la necesidad de realizar una transición energética que permita avanzar en el proceso de descarbonización y, para ello, consideramos imprescindible el desarrollo de energías renovables. Sin embargo, es importante tener en cuenta que el cambio climático que se pretende frenar es un fenómeno complejo y, como tal, carece de soluciones simples. El mero cambio de un modelo energético por otro no es suficiente para revertir el calentamiento global, ya que existen otros factores importantes y vinculados a este fenómeno que no pueden ser obviados. Entre ellos se encuentra la necesidad de amplios territorios con ecosistemas naturales, capaces de proporcionar diversos servicios ecosistémicos. En este sentido, consideramos que los proyectos de energía renovable que se implanten no pueden afectar negativamente al medio natural, la biodiversidad y el paisaje. Parte de la comunidad científico-técnica ya ha evidenciado este problema a través de escritos, notas de prensa, cartas y manifiestos. Estamos incluso viviendo el nacimiento de diversos grupos de expertos que proponen aunar esfuerzos con el objetivo de velar por que se garantice una transición energética que no comprometa el patrimonio. En una carta publicada recientemente en la prestigiosa revista Science, un grupo destacado de investigadores españoles de diferentes áreas de conocimiento denuncian que las energías renovables en España amenazan la biodiversidad y reclaman la implementación de planes basados en un conocimiento ecológico actualizado que considere, además, los efectos cumulativos y sinérgicos de las instalaciones propuestas (Serrano et al., 2020). De acuerdo con lo expuesto por dichos autores, creemos necesario enfatizar, además, las afecciones que se van a producir en el medio natural y hacerlo de una manera integral.
Por sus grandes dimensiones y por su habitual ubicación en ambientes naturalizados, las infraestructuras necesarias para estas energías generan afecciones severas al medio, tanto abiótico como biótico. En el caso del primero, las afecciones a las rocas, suelos y aguas producidas por estas infraestructuras son irreversibles, provocándose así la pérdida de elementos naturales que tardan millones de años en generarse y que son imprescindibles para la vida, incluyendo la de los seres humanos. En el caso de los seres vivos, la instalación de infraestructuras lineales de producción energética en lugares sensibles produce cambios severos en la estructura del hábitat, ya que requieren la remoción de la vegetación natural, destruyendo la flora y creando barreras a los movimientos de animales (Forman et al., 1998). En esencia, estas infraestructuras son claramente contrarias a las acciones aconsejadas por los conocimientos científicos actuales, que resaltan la importancia de la biodiversidad y de la existencia de ecosistemas bien conservados y conectados como aspectos determinantes para asegurar la resiliencia del planeta (Valladares et al., 2017).
Es bien conocido que la biodiversidad se está perdiendo a nivel local, regional y mundial (Díaz et al., 2019). Nunca antes la frágil capa de vida que cubre la tierra estuvo bajo una amenaza tan intensa y acuciante. La velocidad de la deforestación, estrechamente asociada a la producción de alimentos y energía, está generando la destrucción de especies con una tasa de extinción actual entre 100 y 10 000 veces la tasa basal, estimándose que al menos 2 de cada 5 especies actuales se encuentra en riesgo de extinción (Antonelli et al., 2020). Se trata de un nivel de extinción sin precedentes si exceptuamos los cinco principales eventos de extinción masiva de épocas geológicas pasadas y su origen es claramente antropógeno. A la par, las emisiones globales alteran el sistema climático, nuevos patógenos amenazan el equilibrio y confort de las especies, el comercio ilegal arrasa poblaciones enteras de plantas y hongos mientras que algunas especies exóticas están se están expandiendo de forma explosiva, alterando el funcionamiento de los ecosistemas y amenazando a las locales. Y nunca como ahora, en el Antropoceno, con los límites del planeta puestos a prueba, hemos necesitado las soluciones que los recursos biológicos pueden proporcionar para acometer los retos globales a los que nos enfrentamos ( Rockström et al., 2009; Barnosky et al., 2012; Lenton, 2013; Díaz et al., 2019).
Añadir amenazas a la ya acuciante crisis de la biodiversidad, o incidir en las ya existentes como sobreexplotación o degradación y destrucción de hábitats primarios, implica comprometer el correcto funcionamiento de los ecosistemas, cuyos procesos dependen de su composición, de la biodiversidad que contienen y viceversa (Pimm et al., 2014). A pesar de la gravedad de las amenazas y la falta de progreso suficiente para abordarlas hasta la fecha, existen oportunidades para cambiar las trayectorias futuras mediante acciones transformadoras y estrategias integradas que deben implementarse de inmediato y abordar las causas económicas, sociales y tecnológicas responsables del declive de los recursos naturales y servicios proporcionados por los ecosistemas (Díaz et al., 2019; Leclère et al., 2020).
En los últimos meses se están proponiendo multitud de proyectos de producción energética, principalmente eólica, en el ámbito de la Cordillera Cantábrica. Algunos de ellos, nuevos (por ejemplo, Abano, Elanio, Cotada Grande, Barrios de Gordón o Peña Mosca, entre otros) y otros, para los que su licencia ya fue anulada por el tribunal Supremo, debido a su afección al medio natural, pero cuya autorización administrativa, sin embargo, se ha vuelto a tramitar (Valdesamario, La Espina y Peña del Gato). La Cordillera Cantábrica, como otras zonas montañosas, ha estado sometida a una escasa presión humana a lo largo de la historia, lo que ha permitido que muchos de sus valores ambientales se hayan mantenido hasta nuestros días. Ello le ha valido la catalogación como Reserva de la Biosfera, además de contar con multitud de áreas protegidas por la Red Natura 2000 (Parques Nacionales, Parques Regionales, Parques Naturales, ZEPAS….). Otros proyectos, aún estando fuera de los límites de estas zonas, pueden producir impactos en la Red Natura 2000, debido a su proximidad. Estas áreas son fundamentales para garantizar la conectividad entre áreas protegidas y/o de alto valor natural, funcionando como corredores ecológicos, que son factores clave en la conservación de los recursos naturales y la funcionalidad de los ecosistemas. Además, la inclusión de aerogeneradores en estas áreas de montaña supondría una grave alteración de algunos de los paisajes más sobresalientes de la Península Ibérica, y que se han construido durante milenios mediante un frágil equilibrio entre la naturaleza y las actividades humanas tradicionales.
En este contexto, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) ha presentado una zonificación ambiental orientada a la planificación de los proyectos de energías renovables, mediante el desarrollo de una herramienta cartográfica (MITECO, 2020a). El territorio se ha zonificado teniendo en cuenta los valores ambientales de las distintas áreas. Las zonas declaradas de máxima sensibilidad son aquellas en las que, a priori, no sería ambientalmente recomendable implantar este tipo de proyectos, debido a la presencia de elementos ambientales de máxima relevancia (establecidos mediante indicadores de exclusión). En el resto de zonas se estima su importancia relativa en función de sus valores ambientales (presencia de diversos indicadores de ponderación). Esta zonificación ambiental nos parece un paso muy importante y adecuado para evitar afecciones irreparables y felicitamos a los responsables del MITECO por esta iniciativa. Sin embargo, discrepamos en el hecho de que solamente consideran los impactos de las estructuras principales del proyecto, ya sean los aerogeneradores o paneles fotovoltaicos, ignorando el resto de instalaciones asociadas a dichas instalaciones industriales (MITECO, 2020b). Además, los criterios de exclusión son incompletos porque, por ejemplo, no incorporan los hábitats de interés comunitario, pese a que la Directiva Hábitats (Directiva 92/43/CEE) incluye bajo esta categoría aquéllos que están amenazados de desaparición en el territorio de la Unión Europea y cuya conservación supone una responsabilidad especial para la UE. Pese a que esta iniciativa del MITECO podría ser una estrategia útil, no es vinculante y carece de validez legal. Por tanto, no pasa de ser una declaración de buenas intenciones, careciendo de la capacidad de blindar aquellas zonas importantes para la conservación de los valores naturales, pese a que estas se encuentran ya establecidas.
En resumen, la instalación de algunas de las grandes infraestructuras energéticas proyectadas producirá impactos negativos severos, y en muchos casos irreversibles, sobre el medio natural y la biodiversidad. Como especialistas en disciplinas científicas vinculadas a la biología, la geología y el paisaje, queremos resaltar algunas de estas afecciones, principalmente relacionadas con la energía eólica, en el ámbito de la Cordillera Cantábrica.
Principales afecciones en el ámbito de la Cordillera Cantábrica
1. Afecciones al suelo
La creación de vías de comunicación y evacuación, así como los desmontes para la colocación de los aerogeneradores generan pérdida de cobertura vegetal y consecuente erosión del suelo. Este proceso es irreversible, acrecienta el riesgo de desertificación y contribuye fuertemente al aumento de CO2 atmosférico (Lal, 2003; Armstrong et al., 2013).
2. Afecciones a las aguas superficiales con las consiguientes alteraciones en las aguas subterráneas
Los movimientos de tierra así como la sucesiva erosión y sedimentación de partículas ocasionan la contaminación de aguas superficiales (Dai et al., 2015). En las instalaciones proyectadas, las obras de construcción de infraestructuras atraviesan cabeceras y valles de arroyos de alta montaña, alterando así la circulación de aguas superficiales y subterráneas, así como la dinámica propia de dichos cursos de agua.
3. Afecciones generales a la biodiversidad
La ocupación del suelo por las infraestructuras produce destrucción y fragmentación de hábitat (Kuvlesky et al., 2007), las primeras y más importantes causas de pérdida de biodiversidad en el momento actual (más del 30% de las extinciones son debidas a estos dos motivos; Swift y Hannon, 2010). La merma de hábitat genera la pérdida directa de todas las especies que dependen de este, siendo esta la razón más importante para la extinción de poblaciones, especialmente a pequeña escala (Heywood, 1995). La fragmentación del hábitat crea barreras a la dispersión de individuos, produciendo poblaciones pequeñas y aisladas, con flujo génico reducido, mayor riesgo de endogamia y deriva genética, y mayor riesgo de extinción -“efecto isla”- (MacArthur y Wilson, 1967). Ambos procesos aumentan la superficie de zona de transición entre hábitats distintos, que corresponde a hábitat de peor calidad donde la supervivencia y el éxito reproductivo de la mayoría de las especies se ven reducidos -“efecto borde”-. En resumen, la principal causa para la extinción de poblaciones, especialmente a pequeña escala es la destrucción y fragmentación del hábitat, lo que se ha comprobado mediante análisis cuantitativo de la distribución global del hábitat alterado. Se estima que el 10,8% de las plantas y 12,4% de los hongos evaluados para listas rojas se encuentran amenazadas por actuaciones relacionadas con la producción de energías (Antonelli et al., 2020, Lughadha et al., 2020).
En las zonas ocupadas por los parques eólicos, la cobertura vegetal nativa se ve fuertemente reducida y degradada (Wang y Wang, 2015; Claver et al., 2016) , condición que aumenta la probabilidad de extinción de la mayoría de las especies. Estudios sobre los efectos sinérgicos de la perturbación de hábitat y alteraciones climáticas demuestran que, en zonas degradadas, el declive poblacional de las especies afectadas se puede multiplicar hasta 50 veces (Mantyka-Pringle et al., 2012).
Estas zonas perturbadas constituyen, además, peligrosas vías de entradas, dispersión y asentamiento de especies invasoras, otra causa importante de extinción de especies locales y de pérdida global de biodiversidad (Gasparatos et al., 2017).
Los hábitats degradados no sólo pierden especies y funciones ecológicas, sino que también concentran patógenos y, por tanto, incrementan el riesgo de enfermedades infecciosas de origen animal que son peligrosas para el ser humano (Gibb et al., 2020).
La biodiversidad también puede verse afectada por variaciones en el microclima (Armstrong et al., 2013). En este sentido, se han registrado cambios microclimáticos provocados por los parques eólicos hasta una distancia de 18-23 km en la dirección del viento, debidos a un mayor intercambio vertical por las turbulencias. Básicamente, la temperatura del aire cerca de la superficie puede aumentar durante la noche y disminuir durante el día con respecto a una situación normal. Se han sugeridos consecuencias a nivel local y regional, como alteración de los patrones de viento, precipitación y evaporación, aumento de temperatura de los lagos y cambios en la humedad del suelo. Las placas solares también producen cambios significativos en el microclima a nivel de la superficie, aumentando la temperatura de una magnitud que puede afectar a los procesos fundamentales de suelo y plantas que gobiernan las dinámicas del ciclo del carbono (Turney y Fthenakis, 2011). Se han observado incrementos de 0,72ºC por década en las zonas de parques solares en comparación con las zonas sin estas infraestructuras (Zhou et al., 2012).
4. Afecciones a hongos, flora y vegetación
4.1. Afecciones a la Flora
Ante perturbaciones como las señaladas previamente, las especies NO tienen tiempo suficiente ni para migrar a nuevas áreas donde las condiciones permanecen favorables, ni para evolucionar localmente. En este contexto, cualquier actuación que implique la eliminación de la frágil capa de vida vegetal ejerce presiones directas sobre las especies de plantas y hongos y también sobre el estado de conservación de las comunidades vegetales en general y de los Hábitat de Interés Comunitario, en particular. Los proyectos de producción de energía que se han materializado y/o proyectado hasta el momento en la Cordillera Cantábrica, afectan a algunos de los ambientes más frágiles y más interesantes para la conservación de la flora, en muchos casos con endemismos exclusivos: los ecosistemas riparios (de riberas y arroyos) y los ambientes orófilos (de montaña) y rupícolas (que se desarrollan en roquedos). Cualquier especie propia de ambientes riparios, frágiles, dependientes del ciclo del agua, que ya están fuertemente afectadas por los procesos de cambio global, deben ser preservadas como especies en riesgo (Acedo, 2017).
Los ambientes orófilos y rupícolas se verán afectados por la instalación de aerogeneradores, que se ubican, con preferencia, en lugares altos y venteados, que coinciden con las crestas y los cordales montañosos. La flora que vive en estos ambientes posee una serie de particularidades y características que la hacen de especial importancia para la conservación. Destacan, por ejemplo, por un alto grado de endemicidad ya que debido al aislamiento de estas montañas tras las glaciaciones del Cuaternario, se originaron especies bien adaptadas a las condiciones ambientales de la actual Cordillera Cantábrica. Además, las especies que se aclimatan o adaptan a estas condiciones tienen un muy breve período vegetativo, lo que hace que su capacidad de regeneración sea escasa o casi inexistente (Acedo, 2017). NO existe por tanto, posibilidad de recuperar estos ambientes: las afecciones generadas serían de carácter irreversible, más cuando consideramos la longevidad de algunas de las especies de estas comunidades y, relacionada con dicha longevidad, los fenómenos de facilitación (Gómez et al., 2020) que se producen entre las diferentes formas de crecimiento que las especies presentan y cuyo vínculo, una vez roto, no podríamos restaurar.
Casi medio centenar de especies de flora cantábrica se encuentran evaluadas en los Atlas de Flora Amenazada de España bajo una de las categorías de amenaza UICN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza): En Peligro Crítico, En Peligro o Vulnerable. Ocho especies de la flora cantábrica se encuentran protegidas en el catálogo de flora protegida de Asturias, diecisiete en el de Cantabria, diecinueve en el de Galicia y veinticinco en el de Castilla y León. Catorce especies de la flora cantábrica se encuentran incluidas en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESPE), en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (CEEA; Real Decreto 139/2011) y en la Directiva Hábitats, tres de ellas incluidas entre los taxones prioritarios.
4.2. Afecciones a los hongos
A lo largo de su existencia en la Tierra, los hongos y las plantas han estado íntimamente vinculados y sus interacciones abarcan un vasto espectro. Cuando buscamos soluciones basadas en la naturaleza para algunos de nuestros desafíos globales más críticos, los hongos proporcionan muchas respuestas, lo que incluye soluciones a las enfermedades de las plantas, los impactos del cambio climático o los beneficios de las interacciones entre plantas y hongos, pues casi el 90% de las plantas tienen hongos micorrícicos asociados en sus raíces [SOTWF 2018]. La eliminación de la cubierta vegetal y del suelo afectan negativamente a la diversidad de los hongos, tanto directamente como indirectamente. Además, la desaparición de los hongos afecta a la salud de los hábitats y al ciclo de energía de los ecosistemas, ya que muchos de ellos son descomponedores y juegan un papel importante dentro y entre los ecosistemas. La Cordillera Cantábrica cuentan con gran diversidad de hábitats micológicos debido a su ubicación, diversidad de litologías, altitudes, manejos del suelo, entre otros factores, que la convierten en un mosaico de ambientes (Casares et al., 2011; LLamas y Terrón, 2004; Andrés et al., 1990), en el que se estima, viven más de 3500 especies (com.pers. Grupo Micológico Leonés, 2021).
Dentro de los hongos, los líquenes son especialmente sensibles a las variaciones del medio en el que se desarrollan, y sobre todo, los líquenes epífitos (Aragón et al., 2011; Green et al., 2011). La alteración de las comunidades vegetales como consecuencia de la fragmentación, produce desaparición de especies liquénicas clave en el mantenimiento de los ecosistemas en los que se desarrollan. Este papel central es debido a que, entre otras funciones, participan de forma muy importante en la fijación del nitrógeno atmosférico y en el almacenamiento del agua de lluvia, especialmente en zonas boscosas (Ellis, 2012).
4.3. Vegetación y hábitats de interés comunitario
Para garantizar el estado de conservación favorable de las especies y los hábitats de montaña, se deben tener en cuenta, además, no sólo las plantas que se desarrollan en las cumbres, sino los hábitats colindantes y las comunidades de contacto, que propician el intercambio de material genético, resultando un elemento clave como fuente de propágulos, recurso de polinizadores y por su carácter protector y amortiguador. La protección de la flora y los hábitats de los ambientes de montaña debe ampliarse de manera inequívoca a la totalidad de su área de influencia, lo que conlleva una visión global del conjunto en la que toda la cordillera funciona como un corredor ecológico, de manera que se garantice su conectividad.
Numerosas comunidades vegetales incluidas en el Anexo I de la Directiva Hábitats 92/43 CEE (Europa, 1992) se verán afectadas por las instalaciones de producción de energía: hayedos, melojares, sabinares y encinares relictos, fresnedas, saucedas, piornales, brezales, prados, pastizales vivaces -algunos de ellos ricos en orquídeas-, comunidades megafórbicas, comunidades asociadas a roquedos y pedregales ricas en endemismos, comunidades turfófilas especialmente frágiles, comunidades fontinales y matorrales y pastizales de alta montaña. Además, entre estos hábitats se incluyen algunos amenazados, aunque aún no se haya desarrollado Catálogo Español de Hábitat en Peligro de Desaparición (CEHPD). Sin embargo, el CEHPD tiene un antecedente en la ya nombrada Directiva Hábitats y el listado de hábitats prioritarios, así como la Lista Roja Europea de Hábitats (Janssen et al., 2016) y las evaluaciones desarrolladas por la Agencia Europea Ambiental (EUNIS, 2019).
5. Afecciones a la fauna
5.1. Impacto sobre aves y fauna terrestre por degradación del hábitat
La perturbación ocasionada por la presencia de aerogeneradores y vías de comunicación induce a varias especies (incluyendo anfibios, aves y mamíferos) a evitar las zonas ocupadas por parques eólicos (Forman y Alexandre, 1998; Maior et al., 2020), reduciendo aún más su hábitat y afectando negativamente a su alimentación y reproducción (Laiolo y Tella, 2006; Ferrao da Costa et al., 2018; Lopuki, Kilch y Gielarek, 2017; Kuvlesky et al., 2007). Se trata, en numerosos casos, de especies con distintos niveles de protección tanto en España como en Europa, cuya normativa obliga, por tanto, a mantener un estado favorable de sus poblaciones, velando por la conservación de sus individuos y territorios de cría. Entre las especies que podrían verse más perjudicadas, destacan el alimoche común (Neophron percnopterus), una rapaz migratoria amenazada a nivel global (BirdLife International, 2019) y catalogada como vulnerable en España, al ser nuestro país uno de los principales reductos de la especie en el mundo (BirdLife International, 2019) . La construcción de parques eólicos puede alterar también el uso del hábitat por parte del urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus) (González et al., 2016), especie declarada en situación crítica (Orden TEC/1078/2018, de 28 de septiembre), debido, entre otras causas, a la reducción del área de distribución de la especie, que, como su nombre indica, es exclusívamente cantábrica. Las dos especies mencionadas tienen importantes núcleos poblacionales en la Cordillera Cantábrica.
Existe una creciente preocupación por el posible impacto de los parques eólicos sobre la fauna terrestre (Helldin et al. 2012), incluidas especies de grandes ungulados y carnívoros (da Costa et al. 2018; Skarin et al. 2018), que evitan las zonas internas y próximas a los aerogeneradores y a las carreteras (“efecto exclusión”) con efectos negativos sobre la selección del hábitat de alimentación y de los lugares de cría, y el éxito reproductor. Por ejemplo, en el caso del lobo (Canis lupus), se han observado efectos de la instalación de los parques eólicos sobre la selección de los lugares de cría (da Costa et al. 2018; Dennehy et al. 2019), evitando altas concentraciones de turbinas alrededor de los mismos. Esta respuesta de los lobos al desarrollo de los parques eólicos puede estar relacionada con un aumento de la vulnerabilidad asociada a la accesibilidad del ser humano a lugares que previamente sufrían menos molestias humanas (Sazatornil et al. 2016). Si un parque eólico se convierte en una barrera para el uso del hábitat y el movimiento de los animales, puede tener efectos perjudiciales en el caso de especies amenazadas como el oso cantábrico (Ursus arctos).
5.2. Impactos sobre aves por colisión y electrocución
La colisión (D’Amico et al., 2019) y/o electrocución (Atienza et al., 2011) se considerada una de las primeras causas antropogénicas de mortalidad de aves, especialmente en rapaces (en España, más del 50% de las especies de aves son susceptibles de colisión; Clavero et al., 2016; Bevanger, 1998). Se ha documentado un incremento de la mortalidad por colisiones con las aspas de aerogeneradores (Thaxter et al., 2017; Atienza et al., 2011). Las aves de gran tamaño, en particular las rapaces, se ven particularmente afectadas (López López et al., 2011; Carrete et al., 2009, 2012) y los parques eólicos, por su frecuente ubicación en zonas elevadas (ej. sierras, crestas), zonas de corrientes ascensionales o corredores migratorios y de dispersión resultan especialmente dañinos (Shaub, 2012; Marques et al., 2019), ocasionando anualmente hasta 64,3 muertes/aerogenerador (Marques et al., 2014; Drewitt y Langston, 2006; Barrios y Rodriguez, 2004). Por ejemplo, en Navarra, más de 400 buitres leonados (Gyps fulvus) mueren cada año por colisión con aerogeneradores (Carrete et al., 2012). El alimoche común se considera altamente susceptible a la colisión con aerogeneradores, así como a la electrocución (Sanz-Aguilar et al. 2015). Ambas especies de buitres están ampliamente distribuidas en la Cordillera Cantábrica (Del Moral y Molina 2018a, b), que también cuenta con una creciente presencia de quebrantahuesos (Gypaetus barbatus). En los Pirineos, las colisiones y electrocuciones suponen la tercera causa de mortalidad no natural de la especie (Margalida et al. 2008), cuya reintroducción en la Cordillera ha supuesto una importante inversión logística y económica en las últimas décadas (FCQ 2020). El águila real, cuya presencia también resulta abundante en la Cordillera (Del Moral, 2009), se encuentra entre las especies de aves más afectadas por la electrocución en nuestro país (Guil et al. 2015). El milano real (Milvus milvus), especie catalogada en nuestro país como “En Peligro de Extinción”, cuenta con un creciente número de efectivos invernantes en el arco cantábrico (Molina 2015), siendo una especie muy vulnerable a la electrocución y la colisión con aerogeneradores en toda su área de distribución en Europa (ej. Rydell et al. 2012; Crespo-Luengo, 2020).
5.3. Impacto sobre murciélagos por colisión
A diferencia de las aves, en las que las incidencias tienen carácter accidental, los murciélagos se ven atraídos hacia los aerogeneradores sobre todo a final del verano e inicio del otoño (Arnett et al., 2016; Sánchez-Navarro et al., 2019), posiblemente por las concentraciones de insectos que se congregan temporalmente en ellos y que pueden llegan a afectar al funcionamiento de los aerogeneradores (Trieb, 2018). Las muertes se producen por colisión, pero también por barotrauma (Baerwald et al., 2008) al volar cerca de las palas debido a la caída de presión que se produce con su movimiento. La mortalidad, superior a la de las aves (Smallwood, 2013; Schuster et al., 2015; Rydell et al., 2017) tiene tal magnitud que actualmente los parques eólicos convencionales son considerados la principal causa de mortalidad de este grupo de mamíferos en el mundo (O’Shea et al., 2015) y, por ello, se considera el principal problema de conservación de los murciélagos en Europa (Voigt et al., 2015).
Las estimaciones más conservadoras, efectuadas a partir de la información científica disponible en Europa (ver, por ejemplo, Rydell et al., 2010; Dubourg-Savage et al., 2011; Măntoiu et al., 2020), sugieren una mortalidad anual en España no inferior a los 60.000 ejemplares al año. Debido a las bajas tasas de reproducción de los murciélagos (Barclay y Harder, 2003) esta mortalidad tiene efectos acumulativos difícilmente sostenibles y puede comprometer la viabilidad de algunas especies de murciélagos, especialmente las migratorias que se refugian en árboles y son todavía relativamente comunes, con reducciones estimadas del 90% de la población en un plazo de 50 años (Frick et al., 2017). En España varias de estas especies están incluidas en el Catálogo Español de Especies Amenazadas (Real Decreto 139/2011) y ya hay datos de mortalidad importantes en algunas áreas (Sánchez-Navarro et al., 2019; De la Cruz et al., 2020).
6. Afecciones al paisaje y al patrimonio geológico
6.1. Afecciones al paisaje
El paisaje es el resultado de las condiciones naturales y de la historia de un lugar, por lo que forma parte de la identidad territorial. Es un factor determinante de la calidad de vida y un elemento de desarrollo socioeconómico para los pueblos. Los parques eólicos de la montaña están en claro conflicto con estos valores, puesto que alteran profundamente el paisaje. Se corre el riesgo, por tanto, de que a las zonas de montaña en las que se sitúen estos proyectos no solo no les suponga un claro beneficio laboral, sino que su implantación degrada el paisaje, que es su principal recurso turístico, acentuando así la despoblación al conllevar un descenso de turistas y visitantes. Diversos trabajos demuestran que los parques eólicos no fijan población, apenas generan empleo en el territorio en el que se implantan, y tienen además un fuerte impacto negativo sobre la actividad ecoturística y sobre la pérdida de valor de las propiedades en sus zonas de influencia (Gee, 2010; Lilley et al., 2010; Landry et al., 2012; Broekel y Alfken, 2015; Sunak y Madlener, 2016; Voltaire et al., 2017; Lutzeyer et al., 2018; Kipperberg et al. 2019; Dorrell y Keunjae, 2020; Sæþórsdóttir y Ólafsdóttir, 2020).
Además, Castilla y León, al contrario que otras comunidades como Andalucía, La Rioja, Cataluña, País Vasco o Comunidad Valenciana, entre otras, aún no ha desarrollado una legislación específica sobre paisaje ni ha elaborado un catálogo de los paisajes de la comunidad. Esto hace que falte una información básica que debería ser de referencia a la hora de decidir dónde implantar elementos como los parques eólicos o solares. Antes de que este sector se desarrolle, siguiendo trabajos previos en otras comunidades autónomas como Cantabria (Otero et al., 2012), se debería realizar un inventario que analice la calidad y la fragilidad de cada una de las unidades, ya que se corre el riesgo de degradar seriamente los paisajes más sobresalientes antes, siquiera, de catalogarlos.
6.2. Afecciones al patrimonio geológico
La Cordillera Cantábrica es un territorio con altísima geodiversidad. Además, y debido a la escasez de cobertura vegetal en parte de esta cordillera, cuenta con numerosos afloramientos geológicos quehan sido estudiados a lo largo de décadas, proporcionando una valiosa información sobre la historia y dinámica de nuestro planeta. Por este motivo, la Cordillera Cantábrica acoge un alto número de Lugares de Interés Geológico (LIG) a diferentes niveles: internacional (Proyecto Global Geosites, IGME, 2020), nacional (IGME, 2020), provincial (Fernández-Martínez y Gutiérrez-Fuertes, 2009) y local (Fernández-Martínez, coord, 2011, entre otros). Estos lugares han sido definidos como tales después de un largo proceso de análisis y selección y, en conjunto, contienen registros geológicos y paleontológicos importantes para conocer el pasado, comprender el presente y prever el futuro de nuestro planeta. Puesto que el patrimonio geológico incluye lugares y elementos con valor científico, educativo y cultural (turístico, deportivo, emocional, espiritual, etc.), las afecciones directas a estos lugares suponen la pérdida irreversible de su valor científico, así como la reducción o anulación de otros valores potenciales.
7. Afecciones a los servicios ecosistémicos
Se consideran “servicios ecosistémicos” todos aquellos bienes materiales y servicios que obtenemos de los ecosistemas y que suponen la base del bienestar humano. Este concepto, cuyo uso se ha generalizado desde el inicio del siglo XXI, amplía el viejo concepto de “recursos naturales”, reconociendo que el papel de los ecosistemas para el ser humano va mucho más allá de proveer recursos. Así los ecosistemas funcionales y bien conservados son capaces de mitigar alteraciones en el clima, aportan polinizadores a nuestros cultivos, controlan los efectos adversos de las crecidas de los ríos, degradan los contaminantes que vertemos a las aguas, los suelos y al aire, retienen los suelos, o nos aportan oportunidades para el ocio y el bienestar, entre otros (Millenium Ecosystem Assessment, 2005; Haines-Young y Potschin, 2013). Cuando los ecosistemas son alterados por las actividades humanas, ello repercute negativamente sobre los servicios que éstos nos aportan.
7.1. Servicios ecosistémicos de aprovisionamiento, regulación y mantenimiento
Las especies que conforman los ecosistemas son intermediarias imprescindibles en el tránsito de materia y energía a través de los mismos. Esos tránsitos incluyen procesos de los que sacamos partido directo, ya sea a través de la obtención de agua limpia, la retención de sedimentos en el paisaje, la fertilización de los suelos, o la polinización necesaria para la obtención de frutos, entre otros (West, 2015). Por ejemplo, las plantas invierten hasta un 20% del carbono que fijan mediante la fotosíntesis para sustentar los hongos, a cambio de hasta el 80% de su nitrógeno y 100% de sus necesidades de fósforo. Ambos, plantas y hongos, son esenciales para el sustento del resto de la vida en los ecosistemas, así como para garantizar su adaptación a los cambios ambientales [SOTWF, 2018]. La biodiversidad, en general, es un factor clave para garantizar la resiliencia de las funciones de los ecosistemas (Oliver et al., 2015). Además, los ecosistemas forestales y los de montaña son los que mejor conservan su capacidad de generar servicios (Evaluación de los Ecosistemas del Milenio de España, 2011) y, recientemente, se ha comprobado la importancia primordial de conservar una alta biodiversidad en un sistema socioecológico en zonas de montaña (Mao et al., 2021). La Unión Europea insta a los estados miembros a desarrollar sus propias estrategias de infraestructura verde y a identificar y evaluar el estado de los ecosistemas y de sus servicios a una escala estatal. Esta labor contribuirá a la determinación del valor económico de los servicios ecosistémicos y promoverá su integración en los sistemas nacionales de contabilidad para 2020 (Valladares et al., 2017). Si los planes científicos y técnicos en los que se basan las actuales estrategias, algunas de ellas aprobadas en el año 2020, tienen en cuenta estos servicios como base para el desarrollo, cualquier actuación que conlleve su destrucción, debería evitarse.
7.2. Servicios ecosistémicos culturales
Mucho menos reconocidos, pero igualmente importantes, son los servicios culturales que aportan los ecosistemas. Se trata de valores intangibles, sin valor directo de mercado y a menudo difíciles de cuantificar, pero que contribuyen de forma importante la dimensión más espiritual del bienestar humano (Millenium Ecosystem Assessment, 2005; Hernández-Morcillo et al. 2013). Los servicios culturales recogen aspectos tan diversos como valores estéticos y paisajísticos, oportunidades para realizar actividades recreativas, educativas y científicas, valores simbólicos, identidad cultural o motivos de inspiración artística (Haines-Young y Potschin, 2013).
No cabe duda de que los ecosistemas de montaña y los paisajes que conforman poseen grandes valores culturales. Prueba de ello es el peso que en los últimos años ha adquirido el turismo de naturaleza en la economía de las regiones montañosas, siendo este recurso emergente uno de los pocos que puede contribuir a frenar el progresivo envejecimiento y despoblación de las zonas rurales de montaña. Asimismo, los paisajes de montaña (los prados de siega y de diente, las sebes, etc.) son el último reflejo de un modo de vida sostenible y respetuoso con la naturaleza que se está perdiendo.
La implantación de infraestructuras para producción de energías renovables en zonas de montaña puede suponer una profunda alteración del paisaje y la pérdida de muchos de los valores arriba mencionados. En particular, los aerogeneradores colocados en zonas de cumbres tienen un enorme impacto visual, incluso desde grandes distancias. Asimismo, los accesos necesarios para la realización de las obras y el transporte de materiales de grandes dimensiones, generarán importantes cicatrices en el paisaje, que además de reducir servicios de regulación (como el control de la erosión), contribuirán a la pérdida de atractivo estético y ecoturístico de las zonas afectadas. Por último, esa identidad cultural con el paisaje, resultado de una interacción de milenios entre la naturaleza y el ser humano, se verá seriamente alterada por unas infraestructuras disonantes en estos entornos. Todo ello supondrá la pérdida del valor ecosistémico cultural de estas regiones y, por ende, la pérdida de los beneficios socioeconómicos que este valor podría aportar.
CONCLUSIONES
Por todo lo dicho, CONSIDERAMOS que es tarea de las administraciones garantizar que el necesario desarrollo de las energías renovables no suponga afecciones contrarias al medio natural y a la biodiversidad, especialmente en aquellos espacios de altísimo valor ecológico que aún conserva nuestro país.
Para ello, EXIGIMOS que esta administración utilice sus propias leyes, normativas y parámetros de sensibilidad ambiental para crear una medida legal que asegure que los proyectos de energías renovables serán ubicados en zonas catalogadas como de sensibilidad ambiental baja. Esta medida debe incluir la realización de estudios exhaustivos de las afecciones generadas por cada proyecto y, sobre todo y de manera integral, de las sinergias que estos pueden llegar a producir en un territorio dado.
En esencia, la implantación de estas energías implica considerar, a priori, los siguientes aspectos:
- Un modelo energético sostenible que no comprometa el correcto funcionamiento de los ecosistemas.
- Los efectos acumulativos y/o sinérgicos de los ambientes de montaña en general y en la Cordillera Cantábrica, en particular.
- Las afecciones de carácter indirecto sobre la Red Natura 2000, Reservas de la Biosfera y/o sobre los hábitats y especies de Interés Comunitario.
- Todas las afecciones sobre el medio natural en el presente y en el futuro, de manera que los proyectos de producción energética integren un plan de retirada de los materiales obsoletos y restauración del medio degradado una vez que hayan completado su ciclo de vida.
Por último, queremos aportar una REFLEXIÓN: La descarbonización de la economía tiene que ser una oportunidad para avanzar hacia la conservación de la naturaleza y, por tanto, es inaceptable que se lleve a cabo a costa de una ulterior pérdida masiva de biodiversidad. Si todos nos involucramos en la conservación de nuestra gea, flora, fauna y hongos locales podremos construir un camino para fomentar una mayor conservación de la biodiversidad. Trabajar juntos es clave para crear un futuro sostenible para todos sus habitantes, humanos y no humanos. Estamos a tiempo de elegir el tipo de transición energética que queremos. Hagámoslo bien.
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